domingo, 11 de octubre de 2009

El hombre del acordeón


Desde el cristal, en movimiento, entre tanta gente, mis ojos se centran en una escena, el hombre del acordeón.
Un gesto, una mirada, una sonrisa, un sonido, que entrañable momento….
Un escenario ajetreado, en el que confluyen muchos caminos, muchas vidas, muchas decisiones, palabras, miradas, pasos, pensamientos…
Solo un instante, solo un vistazo ha arrancado una sonrisa de mi rostro. Solo un acto ajeno, sin pretenderlo ha provocado una reacción agradable.
El hombre del acordeón, el señor del bastón, aquella señora bien bajita, el bebé y su muñeco, el niño y su balón….Impresiona darse cuenta de que las cosas ínfimas, las cuales obviamos día a día, en un momento puntual, alteran tu percepción del mundo, alteran tu manera de ver la vida, alteran tu sentimientos provocando otros nuevos.
Personas ajenas, actos cotidianos, la simpleza del momento, un agradable escenario, en un momento de discusiones con el yo interno, en un momento de dubitaciones con el día a día.
Mirando esos ojos tristes, tan llenos de momentos y de historias, tan demacrados con el pasar del tiempo, esos ojos que narran una historia sin ni si quiera pretenderlo, escondidos es un rostro que demuestran aún más el pasar de los días, semanas, meses, años…décadas incluso.
Ese conjunto de historias que se leen en una sola mirada, esa expresividad que conmueve…

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